Hace unos meses el actual jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y candidato por el PRO-Cambiemos a Presidente de la Nación celebró “la necesidad femenina de piropos”.
Colectivos militantes feministas y no feministas explicaron el sentido político de las infelices palabras de Macri, volvieron a insistir en que la violencia simbólica por razones de género circula a través de estas interpretaciones.
Estamos acostumbradas a este tipo de intervenciones y alocuciones de ingenua apariencia que descubren un mensaje acerca de las mujeres como objeto de consumo-deseo-pasivo, y peor aún, de las mujeres como seres bobos que necesitan de la reafirmación de los “otros” masculinos para ser algo. Las mujeres no necesitamos piropos. No los queremos, y los repudiamos porque son un ejercicio de violencia que reinscribe la diferencia de género a partir de relaciones desiguales de poder.
Circuló por las redes sociales un audio de otro candidato, del mismo espacio, Carlos Arroyo candidato a intendente por la ciudad de Mar del Plata por el PRO-Cambiemos, que vuelve sin querer queriendo con afirmaciones acerca de las buenas formas y costumbres entre los géneros. El tópico del día fue el tiempo que hombres y mujeres deben dedicar al cuidado personal. En el audio, el candidato dice que “los hombres tienen que llevar el pelo corto porque no tienen cuatro horas como las mujeres para dedicarle al pelo”.
Pues bien, qué decir. No se trata de la zoncera de creer que las mujeres sólo queremos ser bonitas y que perdemos tiempo lavándonos la cabeza (ha dicho cosas mucho más graves a través de la idea del desembarco) sino que un candidato que tiene pretensiones de representarnos a todas y todos insista en seguir planteando viejos, añejos y descoloridos estereotipos sexistas que tributan y alimentan el lugar de las mujeres como sujetos dedicados a lo “no importante”. Otra vez, limpias y bonitas, pero bajo la egida del discurso machista y envejecido que contribuye a las representaciones violentas sobre nuestro lugar en el espacio social.
No podemos negar que nos gustaría estar hablando del sistema social que nos obliga a las mujeres a (re)producir ciertos estereotipos de belleza que nos someten a tratamientos estéticos que tanto le gustan a la industria cosmética. Ni tampoco dejar pasar declaraciones que son una apología del autoritarismo en la escuela. Pero hoy nos toca ir a lo más inmediato. Ya sabemos lo que le regalaremos al candidato en diciembre para las fiestas: un jabón para la boca y la Ley de Educación Sexual Integral para la cabeza…
Cecilia Rustoyburu y Agustina Cepeda
Docentes de la Universidad Nacional de Mar del Plata
Miembros del Grupo de Estudios sobre Familia, Género y Subjetividades. Facultad de Humanidades.
Jajaja… muy buen artículo.
Cecilia… Agustina… de salón. Excelente artículo
El ultrafeminismo, como el fundamentalismo sexista, es otra forma de violencia. Esta nota resume una sarta de prejuicios revanchistas que van contra la naturaleza humana. Me imagino a sus autoras feas, andróginas, desagradables y oliendo a crema de masajes musculares.
Néstor te faltó decir: vírgenes y de mal aliento
Y bolivianas chorras…
Néstor: ambas, tienen algo peor. Son empleadas publicas. Que otra cosa podes esperar ? Las cobija el populismo. En la actividad privada, jamás hicieron nada. Dos burocratas
JORGE M… ¡¡¡ Xenófobo !!!
Debería darte vergüenza