Sin sorpresa y con mucha indignación tomé conocimiento de la Resolución del Tribunal de Casación de la Provincia de Buenos Aires, mediante la cual se le rebajaba la pena a un violador confeso por el hecho de haber sido la víctima -un menor de seis años de edad -violado anteriormente en forma reiterada y por ser, a criterio del Tribunal, un gay confeso a los años.
La indignación va de suyo, me alcanza por la degradación de la Justicia que el fallo encarna y el total desapego que los Magistrados intervinientes tienen a las normas vigentes en materia de derecho penal, que EXPRESAMENTE sostiene que es absolutamente irrelevante la voluntad presunta o real, de un menor de edad. La edad lo inhabilita naturalmente para que sus actos tengan relevancia jurídica alguna. Esto es así porque universalmente se considera que a esa edad la capacidad de discernir es inexistente, no existe posibilidad alguna de que sea considerada ni como agravante ni como atenuante ante la existencia de un delito grave como lo es el abuso sexual.
Pero también otra aberración jurídica de Casación Penal reside en el hecho de considerar que ante la existencia de violaciones anteriores, la nueva violación no alcanzaba a tener el agravante de injurias ultrajantes que se consideran necesarias para que exista un agravamiento de la pena. Para los jueces, Piombo y Sal Llagras, el hecho de haber sido violado el menor previamente, debe ser considerado un atenuante a la hora de calibrar el monto de la pena que le corresponde. Total, según los jueces, el menor de 6 años ya estaba acostumbrado a estos hechos y por lo tanto no sufrió tanto.
El disparate de la resolución de Casación, implica una especie de segunda violación que en este caso es por escrito y por medio de una sentencia judicial al considerar que el daño es menor por ser reiterada la violación y por el presunto carácter ¿GAY? de un menor de seis años. ¿Se puede ser tan bruto de considerar a un nene de seis años como de un signo sexual definido? ¿O lo que se hace en la práctica es prejuzgar sobre el nene y justificar la atrocidad del violador? Personalmente me inclino por la segunda opción
Sin embargo, la resolución judicial no me causa sorpresa por dos razones: la primera es que con fallos anteriores esa Sala de Casación había mostrado ya el carácter decimonónico de sus fallos con absoluciones o rebaja de penas a golpeadores, o con visiones retrógradas sobre el rol de la mujer en la sociedad. Por esto existe ya un pedido de juicio político desde el 2011 sobre el doctor Horacio Piombo que en forma inexplicable, el Concejo de la Magistratura Provincial no trató, y ninguna mayoría legislativa ni el Gobernador Scioli, empujaron decididamente en los últimos 14 años. Pero esto no es todo, y el segundo motivo de mi no sorpresa por el fallo, reside en conocer personalmente al Dr. Piombo por haber sido uno de los muchos alumnos que tuvo en la Universidad Nacional de La Plata.
Allí, en esa magnífica Universidad estatal, que tuvo, entre otros muchos, a profesores de la talla de Alfredo Palacios, Gaspar Spota, Silvio Frondizi, Rodolfo Hiriart, Agustin Gordillo y que le dieron la fama de excelencia que HOY la Facultad de Derecho tiene, también creció un oscuro personaje: Horacio Piombo, que ya era antiguo hace 40 años y que jamás pudo a través de sus clases, generar la más mínima corriente de empatía con sus alumnos. Era Piombo en esa época y lo sigue siendo hoy, un reverendo pelotudo, inepto e incapaz de transmitir en su catedra de Internacional Público, el más mínimo amor y conocimiento a sus alumnos de la materia y de la vida jurídica. Ni que hablar de sus posiciones públicas sobre temas de interés social que tenían un carácter preconciliar que asombraba a sus colegas y alumnos.
Pedir su separación del cargo de Juez por la vía de juicio político, pedir su cese como Profesor de la Universidad de Mar del Plata por una decisión del Rectorado y hacer que el HCD se pronuncie expresamente por un repudio contundente y lo declare persona no grata en Mar del Plata, serán acciones reparadoras que servirán de ejemplo para aquellos que creen que ejercer una Magistratura, es sinónimo de inmunidad y de impunidad al punto que, así hacerlo, SERA JUSTICIA.
Dr. Eduardo Romanín