Dicho popular que no le pretende quitar seriedad a un tema que lamentablemente viene así, más conversado que partido de truco. La muerte del fiscal Alberto Nisman, desde mediados de enero para aquí, ha dado curso a envidos, reales envidos y la falta pertinente. Nadie se quedó atrás, todos con 33. La discusión está en saber quién es mano. En realidad todo es discusión en lo que parece un juego que escapa al contexto científico que se debería haber dado desde el inicio. Desde lo más cercano o desde lejos las versiones han llenado páginas e inundado nuestro cerebro de suposiciones. Y vienen las lecturas (truco) contra lecturas (quiero retruco) y recontra lecturas (quiero vale cuatro). ¿Quién tendrá el as de espadas o mejor dicho, la verdad?
Este triste acontecimiento motivó marchas y contramarchas, porotos más, porotos menos (así nos cuentan) y enfrentamientos múltiples. Reiteramos, nadie le quiere quitar, con esta visión que pretende reflejar lo que uno ve, formalidad a algo tan significativo como una gran desgracia. Aunque es lo que se ve, un juego especulativo.
En este marco, la señora presidente, la persona que debería estar mejor informada, habló en un primer momento de suicidio. Luego pasó homicidio. Así el gobierno señaló que le habían tirado un muerto. El muerto nos lo tiraron a todos los argentinos, al Estado nuestro, que de una vez por todas debería ser entendido por los gobernantes que ellos son sólo una parte, importante sí, del Estado. No se deberían encuadrar en esa maldita versión de que “el Estado soy yo”.
Por ahí, hay un senador que señaló que era un crimen pasional en un contexto de homosexualidad. Hasta ahora nada aportó con pruebas. Luego aparecen “novias”. Recientemente fue el alcohol, que se evaporó en el aire de una “mala” interpretación de un ente oficial.
Alguien querrá “matar” a los mensajeros, los medios y no escapa a esto que alguno u otro tratará de sumar para un lado u otro, restándole comprensión a la sociedad. Es cierto, la libertad de prensa está más vestida de libertad de empresa que de lo primero.
En todo este cóctel explosivo, el ciudadano inundado de informaciones cruzadas en lo que ahora se viste más de juego que de fundamentos creíbles. Y las apuestas son muy fuertes.
Tampoco el silencio, pero la mesura, la prudencia vendría bien. Hay una muerte pendiente y vivientes dolidos a la espera de verdad y justicia. Lo único que nos falta es que tengamos que acudir a otro dicho que depositó en el popular vocabulario nada más y nada menos que el genial William Shakespeare, “mucho ruido y pocas nueces”. Que así no sea.
MIGUEL TOSCANO