Hace días, viendo los jóvenes asistentes al patio de la Rosada que concurrieron para escuchar a la Presidente Fernández, observé por la TV los primeros planos que le hacían a los jovencitos, donde muchos de ellos por sus caritas no debían tener más de 13 o 14 años, lo cual me trajo al recuerdo algunas reminiscencias de cuando me tocó estudiar el nazismo en mi carrera y realmente me conmoví.
A partir de 1920, el Partido Nazi eligió a la juventud alemana como una audiencia especial para sus relatos de propaganda. Estos mensajes resaltaban que el Partido era un movimiento de jóvenes. Millones de jóvenes alemanes fueron convencidos por el nazismo. En las aulas y a través de tareas extracurriculares. En Enero de 1933, la Juventud Hitleriana tenía solo 50.000 miembros, pero al finalizar el año esta cifra había aumentado a más de dos millones y en 1936 la pertenencia a la Juventud Hitleriana había aumentado a más de cinco millones.
Pero esto no sería nada si no le agregamos lo que dijo Hitler en 1938 frente a una reunión multitudinaria de jóvenes: “Estos niños y niñas ingresan a nuestras organizaciones a los diez años, y a menudo respiran por primera vez aire fresco. Después de estar cuatro años en la categoría Joven, pasan a la Juventud Hitleriana, donde permanecen cuatro años más….. Y aunque aún no son nacionalistas completos, pasan al Servicio de Trabajo y son preparados durante otros seis o siete meses…….Y si les llega a quedar algún rastro de conciencia de clase o status social…. las Wehrmacht (Fuerzas Armadas alemanas) se encargarán de que desaparezcan”. Obviamente los citados rastros.
Cualquier parecido a nuestra realidad, desde ya contextualizada en otro ámbito histórico, es pura casualidad
Foto: archivo
Licenciado Abel Ayala
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