Por Mex Faliero
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Comienzo con un titular de tapa: es la primera vez en mi vida que como un pan del continente. Y, debo reconocer, la experiencia fue altamente recomendable. Seguramente ubicarán de qué les hablo: por las calles, allí donde un grupo de cinéfilos se agolpa esperando ver alguna película, el grito de “pan del continente” llama la atención desde hace ya varios festivales: un hombre delgado, pelo largo, a bordo de una bicicleta que porta una canasta y en su interior los riquísimos panes saborizados. Lo de riquísimos lo pude comprobar recién hoy, que fue el debut. Y si me permito empezar con esto es porque tras ver una película como Tournée uno descubre lo importante de la ligereza, del dejarse llevar, del desacartonarse y mandar las reglas de la formalidad al carajo.
No es que Tournée, el cuarto film en la dirección del actor francés Mathieu Amalric hable de las reglas sociales. Pero sí que plantea una serie de rompimientos contra algunas de las reglas del cine. Y, mucho más en un festival, su presencia se hace notar aún más: ante tanta formalidad fría y distante, ante tanto drama desbordado, ante tanta vida miserable filmada con buena fotografía, Amalric contrapone un relato en el que sí se congregan casi todos los dramas existentes, pero con un nivel de liviandad absoluto. Eso no quiere decir que no haya sufrimiento ni haya llanto en el film, pero Amalric juega a dejarse llevar y, cuando no puede, las chicas del New Burlesque lo sacan del bache.
El actor-director se pone al frente, con uno de esos personajes que absorben el interés del que mira. Pero, honestamente, cede el espacio cuando así lo considera a esta troupe de mujeres descastadas, malhabladas, fuera de la forma habitual de lo que se considera sexy y ellas asaltan la pantalla con gran voracidad. Esta troupe existe en la realidad y su show, que se basa en el desnudismo y en los números de varieté cabaretero, tienen un alto grado de sátira política: por allí anda alguna vestida con la bandera yanqui y tragando “literalmente” un buen fajo de dólares. Lo que hacen estas mujeres es, súbitamente, burlarse del mundo, mostrar su lado perverso, pero con diversión insana, desenfrenada. Y Amalric, reiteramos su humildad, les da el protagonismo.Tournée es por momentos documental, y por otros, en su gran mayoría, una ficción sobre un hombre en la mala que busca recuperar el camino perdido. Y ese hombre es el productor que arma el show de estas chicas.
Lo político está bien presente en el film: Amalric es un francés produciendo un show de artistas norteamericanas en gira por Francia. Hay constantes alusiones a esta condición dual del productor, quien vive esto como una posibilidad de recuperar terreno ante los suyos. Las cosas aquí son más profundas que una cuestión de nacionalidad. Pero el film, en sus constantes devaneos entre comedia, drama, tragedia, road-movie desnudista, se preocupa por el movimiento, el ritmo, el salto que impide el achatamiento. Tournée es como estas chicas: voluptuosa en sus formas, algo desaforada en su andar y totalmente amable y simpática si uno se anima a tomarse una copa con una de ellas. No por nada, del grupo de mujeres, se queda con la inflamable y tatuada Miranda Colclasure. Se ha señalado algo de Cassavetes por la forma en que Amalric aborda el drama, con una cámara cercana, también un poco de Almodóvar por el universo femenino representado. Sin dudas Amalric ha aprendido de Desplechin, sobre todo por esos saltos desconcertantes que el film va dando: y me quedo con la escena del casamiento, con la trifulca entre asiáticos.
Si elegimos hablar de Tournée es porque se trata de una de esas películas que le dan vida positiva a un festival, que lo airean y le quitan el gesto sentencioso que saben tener algunas veces: un film gritón, exagerado, desmedido, concentrado. Mathieu Amalric hizo un film universal, como para llevar en la canasta y ofrecerlo por las calles: ahí es donde respira, más allá de las referencias cinéfilas, en el lenguaje de la noche, la calle, el submundo, lo prosaico.