Las fricciones y tensiones internas generan un clima de malestar laboral en el ámbito municipal. El trabajo y la asistencia a las oficinas de la administración central, la atención virtual y otras indefiniciones, relativas a la atención en los servicios municipales, que se prestan desde entes descentralizados y otras oficinas que dependen en muchos casos de la Secretaría de Gobierno.
Ni las autoridades políticas ni el personal jerárquico pueden reencauzar el nivel pre pandemia y las tareas se cumple casi en estado deliberativo entre los mismos compañeros, afiliados o no al sindicato. Todos percibieron sus haberes, pero es evidente que la nueva normalidad no tendrá demasiada relación con lo conocido.
Hay dos ejes de manifestación, que condicionan la fijación de nuevos mecanismos de funcionamiento. No ayuda la morosidad del D.E., de reflejos lentos por otra parte, que además no tiene cómo responder a una actualización salarial cada día más cara debido a la inflación. La falta de información vuelve más incierto el panorama, aumenta la inquietud y la tensión entre las partes.
El Sindicato de Trabajadores Municipales, alineado con el oficialismo provincial y nacional, no está con la guardia alta y no define los temas pendientes. Mientras que el gobierno municipal se encuentra atado, sin autonomía ni independencia para tomar la iniciativa. Sólo aguarda el rumbo de los acontecimientos. Las negociaciones viven un impasse.
La mayor expectativa está fijada en el próximo 14 de noviembre, lo cual puede ser una perogrullada, ya que el país está pendiente del resultado electoral de las generales legislativas, y en este caso en particular conocer cuál será la distribución de bancas y qué lecturas políticas habrán de las mismas.
Asimismo, han comenzado a quedar en la superficie serias dificultades para el cumplimiento del presupuesto en ejercicio, para algunos ya detonado, debido a la brecha que existe entre ingresos y egresos. Ineludiblemente lleva a la configuración de una municipalidad inviable, en un contexto en el cual ya comienza a ser notable la falta de responsables. Siempre es la peor señal, cuando las respuestas no aparecen.
No hay dudas de que el actual gobierno municipal logrará ratificar el sufragio del 12 de setiembre. Pero el cuadro de situación, y la enorme cantidad de intereses en juego de toda índole, puede tornarse hacia matices de escaso margen de gobernabilidad. Casi una paradoja, para una administración que alcanzó un resultado plebiscitario, y que aun refrendándolo deja un mar de dudas para el futuro inmediato.
Casi hasta podría adelantarse que la incertidumbre domina la escena, la complejidad de la administración de la ciudad, como también su realidad política introduce el paquete en una suerte de inercia, donde predomina el vamos viendo.
Juntos está aislado por la Provincia y la Nación, y en especial Mar del Plata, donde la coalición de gobierno se identifica con el PRO, con un errático intendente cuya gestión exhibe fisuras que si no se sellan se convierten en grietas. Es indudable que no está en su zona de confort. La incomodidad puede comenzar con los síntomas de sentirse abrumado.