207 años de aquella epopeya, 207 años de aquel sueño que un puñado de criollos hizo realidad desafiando el escepticismo, la negatividad y los intereses personales de muchos otros. No los arredró ni la adversidad ni el temor. Sabían a que se exponían y aceptaron el reto. A la brevedad, ese clamor hizo eco en todo el Virreinato y cundió el grito de libertad en cada uno de sus rincones.
Es que el sentimiento de patria se expresa con solidaridad, con entrega, con sacrificio, con desinterés y de allí surgen los pueblos fuertes, cohesionados, macizos. Tristemente, no es nuestro caso; fallamos en el egoísmo, en la mezquindad, en la apatía, en la indecorosa exigencia de pensar que el “papá Estado” tiene el deber de resolver todos nuestros males que ya son endémicos.
Hacia fines del siglo XIX, la visionaria “Generación del 80” le dio un impulso que nos catapultó a ser una de las mejores naciones del mundo.
El facilismo, la ignorancia y el populismo nos condujeron, penosamente, a ser hoy un país que vuelve a fojas cero sin saber a ciencia cierta el rumbo a tomar. Como si fuera esto poco, la Justicia es una brutal mueca de manifiestos manipuladores de la ley que juegan con nuestros derechos constitucionales, entregados al mejor postor.
Estamos en una encrucijada maléfica de intereses sectoriales que, es muy posible también los hayan habido en los albores de nuestra argentinidad. En aquélla oportunidad lo resolvían con luchas intestinas que bañaron de sangre durante 40 años estas tierras. Hoy nada más pedimos que la justicia, paradójicamente, se someta a la ley y, como hace más de dos siglos les decimos:
“EL PUEBLO DECENTE QUIERE SABER DE QUÉ SE TRATA”
¡VIVA LA PATRIA!
Alberto Valente
Ya desde esa fecha se inició la grieta. Morenistas vs. saavedristas. Más tarde esos señores feudales que acaudillaban provincias vivían peleando entre sí. Federales vs. unitarios. Y siguió. Porteños vs. provincianos. Y la grieta no se detuvo.