Nuevamente, nos encontramos ante la conmemoración del Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas, donde transitoriamente recuperamos el ejercicio pleno de soberanía en nuestras Islas Malvinas, Georgias, Sándwich del Sur y mares adyacentes.
Sobre los Veteranos o le que pasaron durante esos días, ninguno de nosotros hoy podemos decir algo, ya que solo ellos, entre ellos y en su fuero mas intimo, pueden procesar el momento extremo por el que pasaron. Solo los que combatieron, sean del bando que sean, pueden simplemente con la mirada, interpretar lo que sienten. De nuestra parte, solo nos queda brindarle el reconocimiento y gratitud, como héroes de la patria, que lo dieron todo sin pedir nada a cambio, en defensa de nuestra soberanía.
Más allá de ello, también es una fecha para reflexionar, sobre lo acontecido en aquellos días, y en dicho sentido, no podemos caer en la liviandad reflexiva. El peor homenaje que podemos hacerle a los Veteranos, y a quienes ofrendaron su vida, es precisamente eso “simplificar la historia”, resumiendo la guerra en la decisión de un General borracho, en la pretensión de perpetuarse en el poder y en la tozudez de una Dama de Hierro. Las causas, el devenir del conflicto, la escalada bélica en tándem con las tareas diplomáticas anteriores y del momento, y las consecuencias son muchísimo más profundas, como para que el tema sea tratado en tan solo un párrafo en muchos libros escolares, o para que muchos políticos con frases hechas, crean pasar el bache de una entrevista necesaria por el dos de abril de cada año.
Toda guerra presenta sus miserias y sus grandezas, en lo actuado colectivamente e individualmente. En su momento la Dictadura se encargo de ocultar las miserias, pero luego la democracia se encargo de ocultar las grandezas de esos combatientes a través de un proceso de desmalvinización, que los veteranos tuvieron que soportar en soledad. Ellos no fueron “chicos de la guerra”, fueron soldados argentinos que se convirtieron en veteranos, no al invadir las islas como muchas veces se dice, sino al recuperarlas y defenderlas con lo que tenían y como podían.
El mejor homenaje como sociedad que podemos dar, es continuar por lo que ellos pelearon y murieron, por el camino de la paz y con las herramientas políticas y diplomáticas. Para ello necesitamos una política de Estado en torno a la cuestión. El Congreso debe de una vez por todas, asumir la responsabilidad de estudiar y analizar las causas y consecuencias de dicho conflicto (como si lo realizo el Parlamento Británico ni bien concluida la guerra), pero fundamentalmente de proyectar y anticiparse a los hechos consumados que vienen realizando los británicos en torno al futuro de las islas y para ello necesitamos una memoria que no sea ni simplista ni parcial, para así llegar a una verdad que no sea subjetiva y tener la justicia que el reclamo argentino merece.
No hemos sido capaces en estos treinta años de democracia y de paz, de esbozar políticas serias en torno a la “Cuestión Malvinas”, ante un permanente avance en los hechos por parte de los británicos. Nuestra política solo se sustenta en declaraciones y documentos declamativos y no en hechos que seriamente y con el tiempo, obliguen a la potencia colonial a sentarse en una mesa de diálogo, respetando los intereses de los isleños, como resaltan distintas resoluciones de la Asamblea General de Naciones Unidas.
Bregamos por que inmediatamente y como paso previo a cualquier análisis serio por parte del Congreso de la Nación, se den por concluidos en todos sus puntos los Acuerdos de Madrid, firmados por el Menemismo ni bien asumido su gobierno, acuerdos que únicamente beneficiaron la política del “step to step” y la del “drop de claim” británicas. Asimismo, solicitamos que la “Cuestión Malvinas”, nuevamente sea tratada en el seno de las Naciones Unidas, en su órgano máximo, como lo es la Asamblea General de dicho organismo, como lo fue hasta 1989 y no solamente en el Comité de Descolonización (integrado tan solo por un puñado de países), donde lo único que emiten son recomendaciones anuales sin valor real en los hechos. Es necesario también, sudamericanizar la “Cuestión Malvinas”, no solo en documentos sino en los hechos y para ello debemos ser coherentes; no podemos pedirles a nuestros hermanos latinoamericanos, que ellos acompañen políticas que nosotros no estamos dispuestos a concretarlas. En definitiva, Argentina no puede pedir colaboración de políticas activas, cuando nuestro actual gobierno benefició y beneficia en forma directa y/o indirecta a empresas británicas que operan en el país, pero que también presentan participaciones accionarias en empresas que operan en nuestras Islas Malvinas y mares adyacentes.
La verdad es que tenemos en frente la mayor disputa territorial que tiene el mundo en la actualidad; si sumamos los derechos soberanos que da la Convención Internacional sobre los Derechos del Mar en las aguas adyacentes a las Islas Malvinas (de tan solo 12.000 kilómetros cuadrados), Georgias del Sur, Sandwich del Sur y por añadidura el Territorio Antártico, estamos hablando de casi 5.000.000 millones de kilómetros cuadrados con todas las riquezas potenciales allí existentes. Es aquí donde queda al desnudo, lo frágil de nuestro accionar diplomático desde hace décadas.
La defensa de nuestra soberanía, para lograr el ejerció pleno en dicha región, debe esbozarse desde todas las áreas del Estado Nacional y no ser solo una política circunstancial del gobierno de turno y en dicha tarea y a esta altura de una democracia madura, ya no podemos confundir “Defensa Nacional”, con Dictadura o Militarismo. El primer eslabón de esta defensa nacional es la cultura y la educación de nuestras futuras generaciones, potenciar al país productiva e institucionalmente, lograr una diplomacia seria, coherente y encaminada en los verdaderos intereses de la Nación, potenciando el Mercosur y la Unasur, como punto de despegue al concierto del resto de países del mundo, y como ultimo eslabón de esta cadena, colocar a las Fuerzas Armadas como garantía de estos intereses, profesionalizándolas y dotándolas de los elementos necesarios que un Estado fuerte necesita, tomemos como ejemplo más próximo de estas políticas a nuestro hermano Brasil y Chile y no como en la actualidad donde nuevamente se está politizando (en benefició del partido de gobierno) a dicha institución armada, con los riesgos que ello conlleva en una verdadera democracia.
Consideramos todo esto, necesario e imprescindible para estar a la altura de las circunstancias. Necesitamos pasar de la política coyuntural a políticas de estado y para ello, nuestra democracia necesita de estadistas. Es de esta manera y no de otra, cuando nuestro país posea un peso gravitacional propio y de importancia en el mundo, como lograremos que el Reino Unido, vea necesario e imprescindible, sentarse a una mesa de negociación.
Este y no otro, es el mejor homenaje que podemos darle a nuestros combatientes que caminan todos los días entre nosotros y que para ellos todos los días son dos de abril; este camino y no otro, es la obligación moral que tenemos para con los que quedaron custodiando con su sangre y para siempre, nuestras Islas Malvinas.
MAXIMILIANO ABAD
Bloque U.C.R.